Una especie de presentación
La cinefagia no deja de
ser una aberración de la cinefilia. Lo normal es la sana pasión por
el cine, el disfrute del tren de sombras en la pared de la caverna.
Pero la cinefagia va más allá. No es una mera cuestión de
atracción por el cine como entretenimiento o arte, sino que implica
el deseo irrefrenable de contemplar, un hambre infinita de imágenes
en movimiento. El cinéfago es un ser consumido por ardores
completistas, enardecido por un espíritu expedicionario que le lleva
a adentrarse en los territorios del cine de género más desopilante,
las cinematografías menos conocidas, los vericuetos de los sistemas
de producción, las rarezas adelantadas a su tiempo... Un devorador
de títulos que no entiende de distingos y es capaz de apreciar por
igual un Lazaga que un Bergman, un Hitchcock que un Fulci.
La soledad es
consustancial a tal frenesí. Por más que uno intente compartir,
transmitir, difundir o verbalizar, al final todo se acaba resumiendo
en una sola cosa: un sujeto pasivo frente a una sucesión de
imágenes. El cine no deja de ser un espejo distorsionado de la
realidad circundante, una suerte de escapismo o, incluso, una especie
de idolatría. Y aunque puede disfrutarse en compañía de otros, al
final lo que queda, el poso, es necesariamente individual y único.
Nuestra apreciación de un film depende de múltiples factores, tanto
ambientales como personales. La única forma de conservar en ámbar
esas sensaciones únicas e irrepetibles es ponerlas por escrito. Y
confiar en que puedan interesar a alguien.
Mi intención es
acercarme a títulos más o menos conocidos, dentro del canon
cinéfilo, pero con mayor frecuencia zambullirme en títulos que
pululan en sus márgenes. El cine de género, la serie B, las
producciones exóticas, o directamente el cine de derribo. Las obras
maestras ya tienen quien les escriba. Pero sin incurrir en el
habitual error de ensalzar lo marginal por su mera condición. Dar al
César lo que es del César. Espero que todos disfrutemos en el
trayecto. Por si acaso, abróchense los cinturones...
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